Se escuchan explosiones a lo lejos, recién despierta después de unos minutos de precario descanso. Lleva ya varios días sin abandonar su puesto, se puede ver claramente la paranoia en su rostro.
La guerra lleva más de dos años y devastó a más de la mitad del país con bombas nucleares en los primeros seis meses. En los pocos escombros que quedan como áreas habitables se libra una batalla tan sangrienta que los cuerpos se apilan por montones para utilizarse como barricadas contra el enemigo. No hay sepultura digna, solo trozos de carne en descomposición libres para usarse como cobertura.
Como buen francotirador, se le asignó una de las zonas estratégicas para evitar el paso de los soldados contrarios a la única base que queda de la resistencia, aunque los del otro bando han sido mermados en fuerza y armamentos, buscan terminar con esto de una forma u otra.
Cerca de la ventana donde apunta el arma cada 2 minutos en la búsqueda de posibles blancos, se encuentran las escasas municiones que le quedan, así como restos de las provisiones que tenía racionando desde el conflicto, ya hace tres días que estas se terminaron y es probable que no soporte mucho tiempo. De repente, mientras estaba sumergido en sus pensamientos lo vio. Era el enemigo, que había establecido su base a unos 80 metros de distancia en línea recta frente a él. Es ahí cuando sus pupilas se dilatan y empieza la cacería.
La adrenalina inunda su cuerpo y los sentidos se agudizan, es momento de usar todo lo aprendido en el entrenamiento militar. Se acerca la mira y lentamente busca su objetivo, se enfoca en la respiración y el tiempo poco a poco se ralentiza. En ese instante lo ve, un pequeño descuido es su más grande oportunidad, jala el gatillo y ve como una nube de polvo aparece justo al lado de la cabeza de su rival. Eso estuvo muy cerca.
La frustración no es algo que pueda ser comparada con la sorpresa que sintió cuando descubrió algo muy importante. Ha delatado su ubicación. Es en ese momento en el que escucha pequeñas explosiones cerca de él y es cuando no tiene otra opción más que esconderse y esperar a que todo vuelva a la calma.
Este episodio se repitió a lo largo del día en un sin fin de idas y vueltas de disparos. El centinela estaba cada vez más y más exhausto, cada vez se aleja más y más del objetivo. El cansancio, el hambre y la sed han hecho mella en la condición humana de este soldado. Los párpados cada vez son más pesados y su visión cada vez es más borrosa, ya no escucha nada a su alrededor, la poca energía que le sobra está dedicada exclusivamente a cuidar su posición. De repente sucede, no puede creerlo. Aparece una persona, tal vez en peores condiciones que las de él, sujetando un rifle que ha sido utilizado como asta para una bandera improvisada con un trozo de tela blanco, es señal de rendición.
“¿Qué está haciendo?” Se preguntó mientras observaba como daba pasos firmes y contundentes. “Algo no está bien, ¡Se está moviendo hacia donde me encuentro!” Y así sin más y sin importar el significado sagrado de una bandera blanca en un campo de batalla, tomó su rifle, apuntó y jaló el gatillo.
Después del disparo viene la calma, un milisegundo después de sentir el culatazo del arma al ser accionada ve como el blanco recibe el impacto y cae de espaldas debido a la inercia del golpe levantando una ligera nube de polvo. Se alegra y hace una pequeña celebración por la victoria en ese duelo.
Poco le duró la emoción, después de tomar un poco de aire y esperar a que el nivel de adrenalina baje, empieza a notar la calma total en el paraje en el que se encuentra. Voltea en todas direcciones, es un silencio casi sepulcral.
Decide bajar a revisar el cuerpo, no entiende nada, pero hace conjeturas, el debía saber algo, se había rendido y se estaba acercando. La sangre se esparce rápidamente alrededor del enorme agujero que se encuentra en donde debería estar el ojo izquierdo, las mejillas de ese hombre en estado ya de malnutrición se encuentran casi pegadas al hueso, le faltan varios dientes y tiene una barba de varias semanas sin afeitar. Sus ropas ya están a nada de volverse harapos y su calzado ya prácticamente no tiene suela. Enganchado en lo que podría describirse como un cinturón improvisado hecho de cuerda desgastada, se encontraba colgando un radio. Intentó utilizarlo para comunicarse con su base, pero nada, no hay respuesta, solo un preocupante silencio.
Al echarle otro vistazo al muerto, observa un pedazo de papel atrapado en la mano derecha. La curiosidad lo lleva a quitárselo y leerlo. Mientras hacía esto su rostro cambia en una mezcla de enojo, tristeza, desesperación y rabia. Empieza a llorar y grita con tanta fuerza que se le desgarra la garganta, es un dolor indescriptible el que siente.
En el pedazo de papel sucio y arrugado tenía la transcripción de un mensaje de radio que decía lo siguiente:
Hemos perdido gran parte de nuestros compañeros en el último ataque enemigo, somos pocos los que seguimos en pie y nos negamos a perder. Tomamos la drástica decisión de usar lo que queda del armamento nuclear para acabar con esta guerra; aun así, tengamos que morir junto con ellos.
Querido amigo, tu ubicación te pone en la periferia de las explosiones, es muy probable que no mueras en el impacto, pero dudo mucho que alguien más aparte de ti sobreviva.
Lo siento mucho, a partir de ahora, estas solo…